Mis labios están cargados de un lápiz labial que realza mi silueta, verdaderamente lo hace, por que he llamado la atención de varios caballeros que no estaban a mi alcance.
Oye, no sabes que hermoso ha quedado mi cabello, hace unas horas salí de la peluquería puesto a que dentro de un par más acabaré regocijándome en un cercano bar. Compre unos nuevos accesorios. El vestido es magnifico, no cabe duda que lo zapatos también lo son. Mi psiquiatra me ha dicho que es demasiado pronto para dar este paso, aunque no me preocupa en absoluto, por que por primera vez me siento libre y ya no soy presa de esas palabras fulminantes. Estoy ansiosa por salir de aquí a conquistar al mundo, ver mis sueños remontarse, sentirme reina de un paraíso inalcanzable, rondar los rincones de la felicidad.
Las cosas han cambiado y solo fue cuestión de tiempo para ver que tarde o temprano iba a estar retomando mi camino, escapando de la inmensa depresión que me rodeaba.
Un buen día desperté y algo nació en mí. Por mi ventana se filtraba una luz de esperanza, y me sostuve de ella.
Esa misma noche, estaba desconcertada con mi vaso de wisky, observando como lentamente se consumía mi cigarro sobre aquel cenicero, y analizaba mi vida, todo aquello que deje que se esfumase, que se consumiese, por miedo, dejando morir cada amorío. Entendí que esa esperanza sería solo una mascara que abrigaría los sentimientos presentes.
Tome mi saco y me marche pronto a recorrer las calles de la ciudad, a despejarme y a esconderme en mi fría realidad. Supe que debía seguir adelante con mi vida, que era necesario e imprescindible la lucha en ella. Nada es eterno, repetí dentro de mí. Deje deslizar mis lágrimas y me entregue... Sabía que esos malos momentos me formarían, y me vería sonreír en un futuro.